miércoles, 19 de mayo de 2010

La honra del ungido

Por Juan Ramón Junqueras
(http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/)


(Con autorización del autor, reproduzco este texto de Juan Ramón Junqueras tomado de su blog PredicAndo en el desierto. Me he permitido añadir unos destacados en negrita. Junqueras ofrece sus interesantes aportaciones en otros blogs, como La Escuela Sabática con otros ojos y 2 a media luz. Jonás Berea)

Últimamente estoy viviendo en tercera persona (y digo “estoy” porque aún no ha acabado, ni sé cómo acabará…) un caso de disciplina eclesiástica, a mi entender profundamente surrealista. Una amiga ha sido puesta en voto de censura (estado disciplinario de membresía comunitaria que merma sus derechos en tanto que miembro de la iglesia) por llamar públicamente mentiroso al clérigo de su comunidad.

Aunque obviaré los detalles más escabrosos, y los múltiples atentados al principio evangélico de la disciplina, que marca de forma irrenunciable el trayecto a seguir en estos casos (reprender en privado; hacerlo después de forma discreta en el marco de un grupo reducido de dirigentes, de forma que el disciplinado encuentre un marco humano en el que explicarse; y, en último extremo, exponer el caso a la comunidad, con el fin de encontrar una solución que contemple, ante todo, la restauración comunitaria del reprendido), os contaré que la razón aducida públicamente para este acto disciplinario, en palabras de otro clérigo de rango administrativo superior al primero, fue que no se puede poner en cuestión “la honra de un ungido”. E incluso habiendo pedido perdón al dirigente, ante toda la comunidad, mi amiga fue disciplinada en esa misma reunión.

Lo más difícil y lo más exigente que hay en la vida son las relaciones humanas, saber vivir y convivir con los demás. En esto, y sobre todo en esto, es donde se ve la calidad de una persona y la densidad de un proyecto comunitario. Por esto se comprende que, en este ámbito de la vida sobre todo, es donde Jesús se empleó a fondo.

Dicen los historiadores de la cultura y de la antropología que el valor supremo en las sociedades mediterráneas del siglo I era la honra. En tiempos de Jesús, por salvar y asegurar la honra, el buen nombre, la dignidad personal o social, la gente agredía a los demás, los menospreciaba y, si era preciso, hasta los mataba.

Ahora bien, sabemos de sobra que Jesús rompió con la honra, o con la dignidad de un cargo, en cuanto valor determinante de la vida. No le importó el cargo que alguien ostentase, cuando entendía que tenía algo que recriminarle:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! (Mt. 23:27)

El apóstol Pablo también tenía claro que la escala jerárquica en la iglesia primitiva no debía otorgar más dignidad eclesiástica a quien la ostentaba:

Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo. (Fil. 2:3)

La prevalencia de la honra como valor determinante en la vida divide, separa y enfrenta a las personas. Y las enfrenta hasta el extremo de generar odios y violencias inimaginables. Desde el momento en que la honra propia se sitúa en el centro de la vida y de la convivencia, los excluidos brotan y se multiplican por todas partes. Nacen, entonces, las competitividades y los enfrentamientos, e incluso sale a la luz lo peor de nosotros mismos, percibiendo como insoportables a todos aquellos que nos deshonran, y permitiéndonos hacer lo necesario para que nuestro buen nombre prevalezca.

Jesús le dio a todo esto un giro radicalmente distinto, proponiendo que todo se reduce al “principio del respeto” como fuerza determinante de la vida. Lo cual parece una afirmación ingenua y simplista. Pero que, en realidad, es una formulación que engloba el mensaje central del evangelio. Me explico:

El principio del respeto es, ante todo, no simplemente “ser bueno” y menos aún “bonachón”. Respetar es vivir de tal manera que quien se siente respetable se caracteriza por el hecho de que contagia respeto porque lo tiene hacia los demás. El respeto no se predica, ni se enseña. No se demanda ni se impone. Sólo una persona que se respeta a sí misma puede hacerse respetar por los otros. Es evidente que muchas veces no nos sentimos felices en la vida, ni con lo que nos hacen los demás. Pero ahí, y entonces, es cuando emerge la calidad de la persona o del grupo que, por encima de sus personales estados de ánimo o de sus problemas con alguien, es capaz de seguir contagiando a ese alguien, bienestar, sosiego, paz… En definitiva, es capaz de respetarle.

Ser respetable es no querer jamás, ni por nada, distinguirse y situarse por encima de otros. Se trata, en efecto, de la condición en que viven quienes no admiten ser superiores ni más dignos que los demás. Ni soportan ir por la vida como seres sagrados o consagrados, que merecen un respeto al que otros no tienen derecho. Por eso, los privilegiados de siempre, los amigos de dignidades, títulos, oropeles o tronos de honor no quieren ni oír hablar de este tipo de respeto. Y dicen que eso es “relativismo” o “pérdida de valores”. En realidad, se trata de gentes de baja calidad humana, personas que andan sobradas de autoestima, eternos complacientes en su propio ego, individuos que nunca van a ninguna parte porque nunca salen de sí mismos, ni paran de dar vueltas en torno a su propia honra y dignidad, supuestamente conferida por una función eclesiástica, sobrecargados de cargos y bloqueados en la burbuja de semejante payasada.

Ser respetable es, ante todo y sobre todo, tener respeto a los demás, a todos, sean quienes sean. Sin pasar factura jamás, y por más que uno se crea con derecho a pasarla. Por eso, el respeto es tolerancia y aceptación del pluralismo. Aceptación, incluso, de la crítica a la propia función.

Pero está claro: vistas así las cosas, resulta evidente que el respeto, vivido de forma tan incondicional, es seguramente la actitud más difícil de la vida. Sobre todo cuando se imponen razones de valor absoluto que pueden justificar y hasta exigir que se les falte el respeto a otros, “por el bien de ellos mismos”. Las religiones y los personas religiosas (que no espirituales) suelen ser expertas en este tipo de manejos turbios y refinadamente hirientes. Argumentando, además, que hacen eso por “caridad cristiana” o por “fidelidad a la institución”.

Es entonces cuando se descomponen la bondad y el respeto mutuo, justificándolo todo, incluso el peor de los atropellos, en virtud de argumentos “bondadosos”: “Lo hacemos por tu bien”; “Es lo mejor para ti en estos momentos”; “Te censuramos para que reflexiones”; “Esperamos que esto te ayude a ver tu error”. Se hace patente, entonces, el sarcasmo de la mayor hipocresía. Y, desde luego, la supuesta honra de un clérigo al que se ha llamado mentiroso (sea o no sea verdad que lo sea) no debería ser el tobogán por el que se lance la comunidad hacia un proceso disciplinario que tenga, como único objetivo, la restauración de la dignidad de un “ungido”

Las distintas iglesias, y por supuesto la nuestra, necesitan un replanteamiento radical de sus formas de actuar para la disciplina o el castigo eclesiástico, y de las propias bases que los sustentan. Porque, a veces, si pretendemos estar haciendo así la voluntad de Dios, parecen inventados por el peor y más vengativo de los dioses.

En esta dificilísima tarea de la disciplina eclesiástica deberíamos saber rescatar el espíritu del evangelio: el amor fraterno. No es la ley lo que debemos defender, ni de su prevalencia somos garantes. Lo somos, si lo somos de algo, del ser humano que se ve destruido en el mismo seno de nuestra comunidad. En este sentido, es mucho lo que la comunidad cristiana organizada tiene que revisar. Debemos preguntarnos sinceramente hasta qué punto nuestro sistema disciplinario, en todos sus niveles, es signo de un amor que redime al creyente o de una ley que lo reprime.

Esta sola consideración sería suficiente para un serio y largo examen de conciencia. En muchos casos podremos, sí, dejar a salvo esa ley y esa honra que tanto nos esforzamos por salvaguardar. Pero deberemos preguntarnos si el precio que tendremos que pagar será siempre la destrucción del individuo. Esa destrucción que se obra en su ser más íntimo, al verse avasallado por una ley que no entiende ni comprende.

¿Hasta qué punto una moral represiva, que castiga con la exclusión al que disiente, o en el mejor de los casos con el ostracismo, educa al creyente… o lo empuja a vivir exactamente al contrario de lo que le imponemos, con el agravante de la desilusión y el más negro resentimiento? Antes de condenar y castigar, deberíamos hacer examen de conciencia.

El evangelio se mueve sobre esta base: restaurar al hermano, buscar su bien más profundo, mostrarle el respeto y el amor que se le debe como miembro paritario de nuestra misma comunidad. Restaurar, no como jueces omnipotentes, o como padres que se olvidan de que sus hijos están creciendo. Restaurar acercándonos al ser humano, dialogando con él sobre sus problemas y dificultades, comprendiendo su situación, esperándolo todo el tiempo necesario para que dé su respuesta, y respetándolo aunque su respuesta no sea la que esperábamos.

Que este estilo educativo supone un cambio en nuestro esquema disciplinario está fuera de toda duda. Que lo exige el evangelio del amor, también lo está. Con este amor fraterno como premisa fundamental, pensemos ahora todo lo que está sucediendo en el seno mismo de nuestras comunidades, y veamos juntos cuál puede ser la forma más adecuada de que nuestras congregaciones sean levadura y fermento de una vida nueva.

Más que perseguir la honra del “ungido”, persigamos las huellas de Jesús, que hasta a Judas acogió en sus horas más amargas. Jesús no toleró cualquier forma de religiosidad. Desde luego, la que deshumaniza a quienes se identifican con ella, no. Y tampoco a los que se identifican incondicionalmente con los turbios e inconfesables intereses que suelen aparecer en los grupos y personas religiosas al uso. El verdadero “Ungido de Dios” vivió abriendo espacios a los oprimidos, preparando caminos a los que se sienten desorientados, curando a los heridos, restaurando a los avasallados por el poder religioso, agrandando a los pequeños, y poniendo en el sitio que se merecen a aquellos que, en vez de cuidar al rebaño, se empeñan en diezmar el comino.


sábado, 8 de mayo de 2010

Una red de activistas del evangelio

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/

Internet es un medio que ofrece infinidad de posibilidades para la evangelización. Como adventistas del séptimo día estamos convencidos de que el mundo tiene necesidad de conocer ciertas verdades que nosotros, de forma especial, podemos aportar. Casi todos coinciden en que la humanidad se encuentra en un momento crítico, pero las soluciones que aportan los grandes grupos de opinión e influencia responden a esquemas equivocados (nueva era, tradicionalismo, humanismo optimista, progresismo acrítico, autoritarismo…).

Desde luego, el mensaje principal, diría incluso el único, que debemos presentar es el de Cristo crucificado, resucitado y a punto de regresar a la tierra. Cuantas más webs y publicaciones elaboremos sobre las implicaciones espirituales de este mensaje, mejor. Pero es bien sabido que muchas personas no atenderán a un llamado directo a la conversión. Ahora bien, el mensaje bíblico aporta ideas, enfoques y soluciones sobre infinidad de asuntos de relevancia social, asuntos que preocupan a la sociedad y sobre los que merece la pena que aportemos una visión que normalmente no se conoce, pero que puede resultar muy atractiva. Informar sobre la verdad bíblica acerca de estos asuntos es parte de la siembra a la que estamos llamados.

Como señalo en mi artículo Hay que hacer más vídeos como éste, la evangelización en Internet podría estar planteada en tres niveles: 1) Un “gancho” que atraiga la atención del internauta (vídeo o presentación muy breve). 2) Una exposición, también resumida, pero más amplia, de las ideas principales (vídeo más extenso, o textos). 3) Un conjunto de materiales de profundización bíblica.

Hay muchos adventistas (les llamaremos “autores”) que publican en Internet sus aportaciones sobre los temas más variados, pero luego no disponen de tiempo o de preparación para llevar a cabo la difusión de sus textos. Aquí es donde debería participar el grupo de hermanos a los que llamaré “difusores”; son gente que disponen de tiempo y de motivación para difundir ideas en la red, pero no cuentan con la preparación o el tiempo suficiente para redactarlas. La red nos da la oportunidad de combinar el trabajo de ambos grupos de personas: los primeros se centrarían en escribir o preparar documentos, los segundos en difundir esos materiales. Para ello existen numerosos procedimientos.


Una red de autores

Hay muchas webs elaboradas por adventistas, tanto particulares como iglesias, instituciones y ministerios. Pero la gran mayoría están dirigidas al “consumo interno”; su marca de presentación es la etiqueta “adventista”. Quien quiera conocer sobre nuestras creencias, las tiene más que accesibles.

El mensaje bíblico es amplísimo, pues parte de una visión integral del hombre, en la que lo espiritual está entretejido en todas las dimensiones humanas: ética, física, psicológica, social, política, artística, laboral… Cada vez hay más adventistas formados en estos campos del saber, y pueden aportar un enfoque bíblico dirigido a otras personas que están interesadas en esos temas pero a quienes quizá no les atraiga la Biblia. El evangelismo ha de partir de los intereses de la gente para, mediante presentaciones atractivas y rigurosas, mostrar la dimensión espiritual de estos asuntos.

Para ello lo ideal es la especialización. Cada adventista con formación e inquietudes sobre cualquier asunto debería tener un espacio en Internet orientado hacia ese campo. No todo el mundo puede diseñar una página web, pero cualquiera puede crear y mantener un simple blog. No es necesario que lo actualice con una periodicidad fija; la cuestión es estar presentes con un mensaje que el mundo necesita. Toda idea o aportación interesante debería estar disponible en Internet. Uno mantendrá un blog sobre libertad religiosa, otro sobre cierto estilo musical, otro sobre arte, otro sobre derechos humanos, otro sobre comunicación…Cualquier tema se puede enfocar desde una perspectiva bíblica, mediante referencias, análisis y enlaces que inviten a profundizar en las implicaciones espirituales del tema.

Es importante que cada texto que se publica contenga la dirección de la página o blog debajo del título, pues cuando se reenvía un artículo normalmente se copia desde el título hasta el final del texto, y si la dirección está aparte, se perderá en el envío. También es conveniente que haya una dirección electrónica disponible, de modo que los lectores puedan ponerse en contacto con el autor.


Una red de difusores

En primer lugar convendría que alguien con ganas de difundir el mensaje busque un campo de su interés, pues “quien mucho abarca poco aprieta”. Una persona o un grupo, sin necesidad de tener formación académica, se pueden especializar en manejar recursos relacionados con el tema que más les motiva: salud, medio ambiente, educación, libertad religiosa, ecumenismo, esoterismo, historia, cine… Y van creando una lista de documentos disponibles en Internet que den respuesta bíblica a las cuestiones que suelen plantearse en relación con ese tema. Ante todo han de ser recursos diseñados desde un planteamiento divulgativo pero riguroso, que puedan presentarse de modo que los lectores prejuiciados hacia lo religioso no los rechacen al mirar el título o la introducción. En la selección de esos recursos pueden contar con el asesoramiento de los autores.

Una vez preparados estos materiales, la persona o grupo debería buscar los métodos para difundirlos. Propongo los siguientes:

Blogs recopilatorios especializados: Hay adventistas que no se sienten preparados para redactar textos o editar vídeos, pero tienen interés por un tema y pueden preparar un blog en el que vayan ofreciendo materiales tomados de otros sitios. Cuantas más veces esté reproducido un artículo o un vídeo en Internet, más posibilidades hay de que se conozca.

Wikipedia: La más amplia y popular enciclopedia gratuita en la red se crea mediante la colaboración voluntaria de autores. Wikipedia contiene infinidad de artículos referentes a cuestiones sobre las que los adventistas tenemos mucho que aportar. Cualquier hermano con habilidad en navegar por Internet puede registrarse como autor de Wikipedia, y colaborar de uno de estos dos modos:

1. Si no se le da bien redactar, simplemente puede ir insertando los enlaces seleccionados sobre cada tema en los artículos correspondientes, como uno más de los enlaces externos. Las búsquedas en Google casi siempre ofrecen como primera opción el artículo correspondiente de Wikipedia. El lector que desea profundizar en un tema suele acudir a la selección de enlaces externos de los artículos de Wikipedia.

2. Si redacta bien, puede crear nuevas entradas en Wikipedia o colaborar en la elaboración de las que ya existen, aportando una perspectiva bíblica a partir de la documentación manejada; en este apartado siempre puede acudir al asesoramiento de un autor.

Comentarios en blogs / foros: La mayor parte de los medios de información y opinión en Internet facilitan hoy a los lectores la posibilidad de participar mediante comentarios. Los difusores tienen una gran obra que hacer aquí. Una vez que se especializan en un tema de interés, pueden buscar noticias o foros en los que se trate, e introducir comentarios aclaratorios, facilitar enlaces a webs donde se explique el asunto con más profundidad…

Cartas al director: Parece que los adventistas sólo escribimos cartas a los diarios cuando se ha publicado una información errónea sobre nuestra iglesia. Pero hay mil temas sobre los que podemos ofrecer una aclaración bíblica. Cada vez hay más polémicas sociales en torno a cuestiones religiosas, sobre las que casi todas las opiniones vertidas en los medios presentan enfoques distorsionados, pues en España suelen polarizarse en dos extremos: el conservador-intolerante (asociado a “la Iglesia”, y por consiguiente al cristianismo y la Biblia) y el “progre”-tolerante (muchas veces antirreligioso por reacción). Es fundamental destacar que el mensaje bíblico no es patrimonio de la que se autodenomina “la Iglesia”, sino que promueve la libertad de conciencia y la no imposición para toda la sociedad. De ahí la necesidad de aclarar públicamente estos aspectos en polémicas como la del significado de los crucifijos en lugares públicos, las festividades religiosas, las relaciones iglesias-estado, las llamadas “sectas”, la Nueva Era…. Cuando uno de estos asuntos esté de actualidad, el difusor que esté documentado sobre él puede escribir una breve carta aclaratoria y mandarla a numerosos diarios, tanto de ámbito local como nacional. A través de Internet es una tarea muy sencilla.

Envío de mensajes: En esta acción hay que diferenciar claramente dos grupos de destinatarios:




  • Direcciones privadas: Todos enviamos ocasionalmente materiales interesantes a nuestros contactos personales. 1) Seleccionar muy bien qué material recomendar, y a quién enviárselo (ver al respecto Hay que hacer más vídeos como éste); como son amistades a quienes conocemos, no resulta difícil. 2) No agobiar a los destinatarios con numerosos envíos, sino dosificarlos adecuadamente. 3) No incurrir en prácticas que favorezcan el spam o correo no deseado (ver No al “spam”).


  • Direcciones públicas: El difusor especializado en un tema podría ir haciendo un listado de este tipo de direcciones tomadas de webs temáticas, de instituciones, de autores que las hacen públicas en sus artículos, de medios de comunicación… Cuando tuviera disponible un texto interesante de enfoque bíblico sobre esa área, a ser posible de actualidad, podría mandarlo a las direcciones. Por si le preocupa que le repliquen desde una de ellas, y no se siente preparado para responder, conviene que incluya la dirección electrónica del autor del texto, como se ha explicado más arriba, para que en caso de establecerse debate, se haga con el autor directamente.


Chats: Es un campo en el que no tengo experiencia, pero hay quienes buscan amistades a través de Internet, en ocasiones entrando en chats sobre temas específicos. Quizá la mayoría de esos chats no sean el espacio más abierto a cuestiones espirituales, pero algunos, al estar especializados en ciertos temas (literatura, temas sociales, incluso religión) pueden ser también un espacio para difundir mensajes.

Redes sociales: Personalmente, no recomiendo abrirse un perfil en Facebook y redes similares (ver La realidad sobre Facebook y La cara oculta de Facebook). Y en caso de que se tenga, lo mejor es no introducir datos personales reales, sino presentarse con un seudónimo. Pero quienes ya utilizan y tienen experiencia en estas redes, seguramente pueden pensar en cómo aplicar las demás ideas de este artículo para su difusión a través de ellas.

Acciones fuera de Internet: Hay maneras de dar a conocer los contenidos elaborados para Internet desde fuera de la red. Se pueden imprimir ciertos artículos para entregarlos a personas que no se conectan a Internet; o elaborar folletos y carteles presentando de forma atractiva alguna página temática, a fin de distribuirlos en tablones de anuncios de espacios públicos (centros educativos, centros cívicos, bibliotecas…) o incluso en la calle.

Llamadas a la radio: Muchos programas de radio cuentan con un espacio de participación de los oyentes. Es una plataforma desde la que, sin gran esfuerzo (más que el empeño de llamar hasta que un día se consiga entrar) se pueden dar mensajes estupendos. Por supuesto, no es cuestión de hacer “publicidad” de nuestra iglesia o creencias, sino de aprovechar temas de actualidad para destacar el atractivo del enfoque bíblico sobre los mismos.


Mediante la cooperación entre autores y difusores se pueden ir creando redes de personas a las que podríamos llamar “activistas del evangelio”. Trabajando en equipo y distribuyendo tareas es posible sembrar mensajes de esperanza y verdad en Internet.

Quien desee ponerse en contacto conmigo para trabajar juntos alguna de estas estrategias, puede escribirme a jonasberea@gmail.com.

Hay que hacer más vídeos como éste

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/

Daniel Bosqued y el Centro de Producciones Multimedia de la Unión Adventista Española han realizado el vídeo “Toda la verdad en dos minutos”:





Conozco pocos vídeos como éste. Gran parte de los materiales impresos o audiovisuales que se producen en nuestra iglesia suelen presentar, según mi opinión, uno de los siguientes inconvenientes para su utilización evangelística:

1. Están dirigidos al “consumo interno”, a los propios miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Se asume que los destinatarios ya han aceptado algunas especificidades doctrinales de nuestra iglesia, algo que no sólo choca, sino que en general provoca rechazo o desinterés a la audiencia de otras convicciones.

2. Ofrecen un mensaje cristiano apto para el evangelismo, pero en ocasiones tan genérico que no llega a apelar a verdades fundamentales para el tiempo de hoy que otras iglesias no predican.

Este vídeo supera estas dos limitaciones, y además presenta unas cualidades que lo hacen ideal para su difusión por Internet:

- Es muy breve, lo cual constituye la garantía de que mucha gente lo verá. Muchos, al recibir un documento extenso, o bien directamente lo ignoran, o bien aplazan indefinidamente el leerlo o verlo.

- El título es llamativo. Suena pretencioso, sin duda; incluso provocador, como buen eslogan. Pero el propio vídeo asume esta apuesta “propagandística” y, una vez visto, el receptor sincero aprecia el deseo de autenticidad y comprueba que no hay pretensión de manipular.

- Técnicamente, está elaborado con originalidad y corrección.

- Ofrece de forma directa mensajes fundamentales para nuestro tiempo, algunos de ellos ignorados por la mayoría de los cristianos (la inexistencia del infierno, el descanso sabático…).

- Remite a un blog en el que se pueden hacer comentarios sobre el vídeo:

http://todalaverdaden2minutos.blogspot.com/

En cuanto a este punto, sería ideal que el blog ofreciera una exposición breve y didáctica de las ideas presentadas en el vídeo, en la que se diera respuesta bíblica a algunas de las objeciones que, previsiblemente, presentarán algunos lectores. Creo que la evangelización por Internet debería responder a un plan basado en tres niveles:

1) Un “gancho” que atraiga la atención del internauta (vídeo o presentación muy breve).

2) Una exposición, también resumida, pero más amplia, de las ideas principales (vídeo más extenso, o textos).

3) Un conjunto de materiales de profundización bíblica. Esta parte no es necesario que la elabore el autor del “gancho”, sino que puede consistir sencillamente en una selección de enlaces a webs donde se exponen las verdades bíblicas. Una de las ventajas de Internet es que, al entrar en diálogo con los internautas, disponemos de infinidad de recursos ya elaborados por otros que pueden dar respuesta a las preguntas que se nos plantean. La cuestión es tenerlos disponibles (ver Una red de activistas del evangelio).

También convendría que en el blog se pudiera hallar una dirección electrónica del autor para aquellos que quisieran ponerse en contacto personal con él y no mediante un comentario “público”.

Hay vídeos o presentaciones que nos llegan al correo electrónico y que nos agradan, nos conmueven, nos hacen reír o nos sorprenden, por lo que a veces los compartimos con nuestra lista de contactos. El gran reto del evangelismo por Internet consiste en elaborar materiales que consigan suscitar tal interés que quienes lo reciban se sientan animados a compartirlo con otros.

Para ello es necesario conocer los códigos de comunicación de nuestra sociedad. Un vídeo de un predicador hablando durante 50 minutos difícilmente llamará la atención a alguien que previamente no esté convencido de tal mensaje. Hay mil recursos pocos explotados en la comunicación de las grandes verdades: la dramatización, el humor, el tratamiento periodístico…

La Asociación General ha abierto en Youtube el canal Adventists about Life, en el que va insertando breves vídeos sobre temas de actualidad. En este caso las grabaciones llevan una discreta referencia a quién los produce. Pero esta producción de recursos audiovisuales no debe dejarse sólo en manos de instancias oficiales de la iglesia.

Hoy en día hay en las iglesias infinidad de jóvenes con ganas de hacer algo por dar testimonio de su fe, pero ni les atraen los métodos convencionales ni creen que vayan a resultar efectivos. Entre estos jóvenes no pocos tienen conocimientos y práctica en el uso de medios audiovisuales e informáticos, otros vocación creativa, otros ganas de colaborar en un proyecto ilusionante… Cada sociedad de jóvenes adventistas podría contar al menos con un grupo de trabajo permanente orientado a la evangelización por Internet, que implicara a unos cuantos o incluso a todos los jóvenes.

Convendría partir de aquellos asuntos que interesan a la sociedad actual, y considerar de qué modo podemos, a través de ellos, comunicar el mensaje de esperanza. Durante mucho tiempo se ha recurrido a temas como la salud o la familia para iniciar el proceso de evangelización. Pero existen muchos más, poco explotados, que están presentes en los debates de la sociedad y los medios de comunicación, y sobre los que los ciudadanos a veces opinan sin saber y en ocasiones quieren conocer más: la situación de las mujeres, el medio ambiente, el trato hacia los animales, la educación (incluyendo el sistema educativo), la guerra, la libertad religiosa y de conciencia, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, el esoterismo, la historia, la sexualidad, el poder, el institucionalismo, las relaciones iglesia-estado o religión-política, el ateísmo, el agnosticismo, el consumismo, los deportes-espectáculo, el cine, la literatura, el arte…

No es cuestión de plantear de forma simplista: “Sé que este tema te preocupa; pues bien, la Biblia dice esto sobre él”, sino de presentar un análisis riguroso sobre un problema o debate actual, abriendo la posibilidad a una interpretación que a muchos podrá sorprender. Hay muchos asuntos sobre los que la Biblia ofrece enfoques que a muchas personas (que asocian el Gran Libro a formas de pensar y de vivir rancias y distorsionadas) les pueden resultar inesperados y liberadores. Si encontramos formas de romper los prejuicios, llegaremos a gente que se interese por su mensaje.

Para producir materiales de calidad es necesario, además de la disposición y motivaciones de las personas implicadas, partir de un guión bien elaborado. En cuanto a este punto, no sólo cuentan la originalidad y la creatividad, sino que ha de haber rigor en los contenidos. Quizá un grupo de trabajo cuente con lo primero, pero no lo segundo. La ventaja de vivir en una sociedad de la información y la comunicación es que se puede trabajar en red, de modo que en el proceso de elaboración del guión los creadores pueden documentarse ampliamente. Ahora bien, gran cantidad de los contenidos presentes en la red no son rigurosos; precisamente gracias a Internet se han multiplicado en nuestras iglesias las exposiciones disparatadas sobre los asuntos más variados, pues hay hermanos que creen todo lo que encaja con los esquemas doctrinales o proféticos previamente asumidos. Por eso lo ideal es que los creadores de un recurso se pongan en contacto con otros hermanos que tengan formación y conozcan bien el tema que les interesa (salud, teología, política, religiones, derecho…). Hoy en día el asesoramiento se puede recibir a través de Internet, y mediante un trabajo en equipo se pueden realizar materiales de calidad aptos para su difusión masiva.