Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
Publicado también en Café Hispano (Spectrum)
Cuando leí la lección de escuelasabática del 19 de septiembre, me pareció muy oportuno que se tratara la
enseñanza de Jesús sobre la disciplina
eclesiástica, pero comprobé que la exposición del pasaje que fundamenta
esta enseñanza (Mateo18: 15-17) resultaba insuficiente, incluso sesgada. Me disgustó en especial
esta afirmación (añado destacados):
Jesús nos instruye que llevemos
el problema ante la iglesia. No dice que se interrumpa la reunión del
sábado de mañana por un conflicto personal. El lugar apropiado para plantear el
problema, si los dos primeros pasos no tuvieron éxito, es la junta directiva de la iglesia.
El texto de Jesús es clarísimo: “dilo a la iglesia”, ekklesía
en el original griego, es decir, “asamblea”,
“congregración”. Cuando un hermano
peca contra otro, es el conjunto de los fieles quien debe conocer el caso y
decidir sobre él, previo cumplimiento de los dos pasos que anteriormente señala
Jesús. Pero los autores de la lección consideran que “la iglesia” se refiere a
“la junta directiva de la iglesia”.
Me ha sido grato encontrarme con un artículo del blog En las Catacumbas en el que se
analizan esta y otras graves insuficiencias de esta lección del 19 de
septiembre (¡cuántos errores puede haber en una sola página!). Animo a su
lectura y a participar con comentarios: Mutilandola Palabra en la escuela sabática.
Con tergiversaciones de este tipo, ¿nos sorprenderá que haya
hermanos que entiendan que “la iglesia” son básicamente los dirigentes y los
órganos rectores de la misma? ¿Nos extrañaremos de que en nuestra organización
se halle extendido el clericalismo,
a pesar de la seria advertencia de Jesús de que “entrevosotros no será así”? Estos planteamientos son los que fomentan que algunos
miembros, al descubrir casos de corrupción moral entre los dirigentes, se
planteen darse de baja de la iglesia,
pues llegan a la conclusión de que “la iglesia” (la cúpula) no es lo que ellos
creían. Grave error, fruto de una falta de reflexión e instrucción (mediante estudios
bíblicos, sermones, revistas oficiales…) acerca de la genuina eclesiología
bíblica. Hay honrosas excepciones, como el libro de Russell Burrill Revolución en la iglesia. Secretos para
liberar el poder del laicado, que reseño en mi artículo Elsacerdocio universal de los creyentes y el ministerio eclesial.
Hace unos años un dirigente de nuestra unión me escribió
diciéndome, entre otras cosas: “Te has
posicionado en una crítica sistemática de lo que la Iglesia hace o ha hecho en
España”. Le tuve que responder extensamente para explicarle que no sólo
era falsa esta acusación gratuita, en la que no aportaba ni un solo dato, sino
que además me parecía increíble que un pastor identificara “la iglesia” con
ciertos dirigentes de la misma (por cierto, jamás me respondió).
Si no entendemos que la iglesia somos todos, ¿cómo
esperar que haya un reavivamiento y reforma de la iglesia?
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